Siempre se ha dicho que “ser agradecido es de bien nacido” y el que yo
esté aquí hoy y sintiendo en mi pecho esta medalla se debe al buen hacer
de una gran persona. Estoy convencido, que Nuestro Padre Jesús Nazareno
esculpió su perfil de hijo bueno, de cariñoso marido y ejemplar padre,
esto es, diseñó en él, el ideal de las tres medidas del cofrade y el que
lo conoce sabe de su talla cristiana.
Muchas gracias D. Manuel García Campillo, por haberme reconfortado la
noche del Jueves Santo de este año que ahora finaliza, cuando entraba en
este templo Nuestro Padre Jesús Nazareno, una vez concluida su estación
de penitencia.
Recuerdas Manolo que yo te preguntaba ¿estás satisfecho? Y tú me
contestaste, “mucho” y añadiste “pídele por tu salud y verás como te
ayuda”. Así fue y hoy puedo proclamar a los cuatro vientos que soy otra
persona.
Me
gustaría tener la posibilidad, en estos momentos, de poder conseguir de
todos vosotros la máxima atención, porque voy a referirme a continuación
a María Santísima de la Amargura, Madre y Reina Nazarena, que hoy ocupa
la Presidencia de este Acto, al celebrarse su Solemne Triduo y os
quiero decir que para mí es la imagen de María más maravillosa, más
perfecta y más emotiva, de cuantas dolorosas existen, no ya en esta
ciudad, sino muy probablemente en toda Andalucía.
Me
podrá rebatir alguien que existan imágines más bellas, más esbeltas, en
definitiva que la mujer representada en la imagen sea más hermosa.
Pero nadie puede negarme que esa increíble mueca de dolor es única.
Que
esas pupilas perdidas, mirando sin ver nada, son indescriptibles.
Que
esos ojos, empañados por el líquido cristal de su corazón, son
sublimes.
Que
esa nariz inspirante, como queriendo tomar ese aire que le falta, es
natural y hermosa.
Que
esa boca entreabierta, pronunciando su mentón, síntoma de un
extraordinario agotamiento físico, es valiente.
Que
esas cejas levantadas, impidiendo que los párpados acaricien su mirada y
queriendo estar presente en la escena, ya sin poder, es sobresaliente.
Y
que ese llanto controlado, cuya fuente parece que se está acabando a
cada instante, es de una realidad manifiesta.
No
es igual si se mira por un perfil o por el otro.
Si
se contempla desde abajo o desde arriba.
Con
mucha o con poca luz.
De
día o de noche.
Es
única ……. Es nuestra Virgen de la Amargura.
Señores, no estoy hablando por hablar,
No
estoy diciendo un piropo por decirlo
Es
mi realidad, es algo que yo ahora atesoro
Que
es mi Virgen la del coqueto hoyuelo, la de los ojos llorosos,
La
de la boca entreabierta, la del suspiro más hondo,
La
del gesto incontenido, la del dolor espantoso,
Que
es mi Virgen dolorosa, que es mi Virgen casta y pura
La
que está con todos nosotros, mi Virgen de la Amargura.
Pero, ¿no digo la verdad? ¿O quizás yo desvarío?
Contestadme, amigos míos, decidlo también vosotros,
¿Dónde habéis visto una imagen de sentimientos tan hondos?
Que
le falta el aliento, por su llanto quejumbroso,
Que
no tiene el consuelo, ni de padres, ni de hijos, ni de esposo
¿Habéis visto alguna vez, unos ojos como estos ojos?
Que
la vean los artistas, si quieren, que vengan todos,
Que
no hay otra imagen igual, ni siquiera por asomo,
Que
os lo digo de verdad, que no es por una efímera pasión,
Que
pocas cosas tenemos, pero esto si es un tesoro,
Ya
no es cuestión de un bello Palio, ni de una gran corona.
Es
simplemente su cara, nada más, es eso solo.
Y
dicen los entendidos, esos que estudian los rostros,
Que
no hay cosa más difícil, para un escultor primoroso,
Que
en la cara de una Virgen, conseguir un bello sollozo.
Carlos Lamorena
Pronunciado el día de su jura como hermano en la Función Principal a
Ntra. Sra. de la Amargura